viernes, 5 de diciembre de 2008

Ilusión de papel


Aquel domingo, 12 de octubre de 1997, es uno de los días más recordados por muchos peruanos en la última década. Recordado por el dolor, claro está. Perú jugaba contra Chile en Santiago, por la penúltima fecha de las eliminatorias a Francia 98; pero más que eso, la blanquirroja le decía adiós a un mundial. Perdimos 4-0, pero aún, a 11 años de lo sucedido, nadie encuentra alguna explicación. ¿Qué pasó aquella noche?


El Perú se quedó paralizado. El sueño de aquel pueblo ansioso de un mundial, por más que aún se aferraba al partido que faltaba contra Paraguay, parecía que desde ese instante se quedaría sólo en eso: un sueño. Nadie podía creer nada. Es más, toda la colonia peruana que ese día fue a ver a la selección permanecía inmóvil. Absolutamente nadie podía creer lo que estaba pasando (si de peruanos se trata, claro). Y es que Perú, hasta antes de ese partido, mostraba la verdadera esencia del fútbol: aparte del gol, ganaba y gustaba. Pero el Perú seguía paralizado. No era para menos. Y si alguna duda cabe, de que el Perú entero se quedó paralizado, habría que mirar los números: ese día se registró el rating más alto en la historia de la televisión peruana. 62,7 puntos para ser exactos, hasta finalizado el partido. Y ahora sí no tendría que ser para menos, el Perú seguía paralizado. “Gracias” por pasar el partido, canal 5.


¡Tú me hiciste, brujería!

La llegada peruana a Santiago fue estrepitosa, por eso mismo es que Reynoso –cuando se le pregunta sobre el tema- nunca responde. Desde el aeropuerto, en el camino y hasta el hotel el ambiente era hostil (de repente querían que vayan a un hostal, ahí quizás los dejarían dormir un poco). Pero siempre uno se exaspera cuando la situación ya es indeseable. Reynoso no aguantó más. Eran tantos los insultos, que se tuvo que olvidar de su capitanía –valgan verdades- bien merecida. “Apenas, pero apenas bajamos del avión y la gente ya empezaba a meternos presión, no nos dieron ni un solo respiro, era algo muy fastidioso. Toda la madrugada hicieron bulla, todo estaba en nuestra contra”, afirmaba Roberto “El chorrillano” Palacios. Cara de tristeza o cólera por la situación, aún no se la he podido definir. Para la anécdota, en una televisión chilena asistieron unos brujos que aseguraron que Perú ganaría. Experiencia quisieron decir, supongo.


Víctima de afecto

“Hay que ser sinceros, eso tú también lo debes saber. Perú venía de tiempos difíciles y resultados malos. Era de esperarse que la gente busque resultados inmediatos, los cuales no llegaron. Aún recuerdo mucho el partido en Guayaquil, que lo perdimos 4-1, parecía que las cosas no se iban a encaminar bien”, afirmaba Juan Carlos Oblitas, técnico de aquella selección. Y tenía toda la razón, Perú comenzaría mal esas eliminatorias: 1 derrota y 3 empates (Colombia, Argentina de local y Bolivia de visitante). Encima había que sumarle que los jugadores no querían venir a la selección, y no por antipatía hacia el técnico, sino que ya se había creado una mala imagen de la selección. Rarezas que tiene la vida. Todo cambiaría de un solo golpe. El 10 de noviembre de 1996 empezaría ese cambio. Se le ganó a Venezuela por 4-1 y, aunque hubo dos excepciones porque se perdió con Uruguay y Argentina, todo lo demás fue auspicioso para Perú. “Se formó un buen grupo mientras transcurrían las eliminatorias”, decía el chorri. La gente se empezó a “encariñar” y a encontrar respuesta en una selección que marcaba bien su rumbo, ya que no en vano se le había ganado de visita a Paraguay, Colombia y Venezuela. “La verdad, nadie daba un centavo por esta selección al comienzo”, acotaba Palacios. El partido clave sería contra Uruguay (1 partido antes del “encuentro” ante Chile). Se generó toda una expectativa, ya que ganando aquel partido se podría llegar por un escalón encima de Chile. Y así fue. Le ganamos a Uruguay 2-1 (no quiero entrar en detalles en el partido, porque tendría que hacer otra crónica titulada “El avestruz ninja”, en referencia al inigualable gol de Carty que dio el triunfo). Perú iría a Santiago con todas las condiciones a favor. Llegaban de la mejor manera.

Por su parte, la selección chilena, comandada por Nelson Acosta, también comenzó aquellas eliminatorias con serios altibajos. Empezó con un magro empate ante Venezuela (por aquel entonces seguía siendo el país de los beisbolistas) que dejaría a la expectativa el funcionamiento del equipo. Peor fue que luego, en su siguiente partido, le ganaría a Ecuador por 4-1 dejando –otra vez- la expectativa a los hinchas de cómo le iría al equipo: perdió los dos partidos siguientes ante Paraguay y Colombia. Ellos llegaban al partido contra Perú con otra mentalidad, ya que por un lado estaba el hecho de haber perdido ante Argentina, pero la posibilidad de que ganándole a Perú lograría amplificar sus aspiraciones de llegar al mundial. Era la otra cara de Perú.


Parte de este juego

Suele decirse que el respeto nunca se debe perder, o por lo menos, es lo que nuestros padres nos inculcan (creo yo). Aquella noche en Santiago, esa palabra fue DESTIRPADA del diccionario de la RAE. Cuando se cantó el himno peruano, todos los jugadores de nuestro país entraron en un asombro, que más allá de ser ello, parecía temor. Abuchearon, pifiaron, silbaron nuestro himno hasta que los pulmones no les dieron más. La cara de Balerio lo decía todo: aunque no lo querían mostrar, esa “bulla” los perjudicada, los hacia titubear sobre su funcionar al momento de estar en la cancha. La hinchada chilena estaba empezando a ejercer presión sobre los futbolistas peruanos, que aunque no lo crean, se reflejaría en el accionar desde el comienzo del partido. En el banco de suplentes peruano fue otra historia. Cuando se enfocó una vista panorámica de los suplentes, se notaba algo en especial. Paul Cominges miraba de un lado al otro, como para entender que de verdad se estaba cantando el himno o era una joda. Él tampoco podía asumir que no se respetara el himno nacional peruano, pero de poco o mucho podría servir su apreciación ya que no era titular, no le afectaría porque no jugaría de arranque aunque valga la aclaración que él hizo. Lo mismo se reflejaba en las imágenes de los suplentes, ya que a pesar de no poder creer nada, estaban tranquilos, aunque no tan tranquilos, porque en cualquier momento podía pasar cualquier cosa. Julinho, Dulanto, Bazalar, etc. “Veía a los jugadores que estaban en la cancha y me impresionaba la miraba que tenían, no se que pudo estar pasando por sus cabezas en aquellos momentos”. Teófilo Vilca es uno de los co-protagonistas de este hecho, era –y es- el kinesiólogo de la selección que estuvo esa noche, y daba su impresión al ver a los jugadores. Una más de las que casi todos pudimos ver, aunque esta es una fuente más cercana.


Espérame un ratito más, París

Llegamos a la parte más esperada, que a la vez es la más preguntada. Lo que pasó aquella noche. Ya hablamos sobre los himnos, sobre cómo llegaban los dos países a este cotejo y la influencia que tuvo el público en todo momento. Pero, a la hora de la hora ¿todo ello no puede opacar el momento futbolístico, o sí? Comenzó el partido y podemos darnos cuenta que todo había influenciado mucho. La primera pelota que tocó José Soto, sin marca ni nada por el estilo, la rechazó hasta Lima. Signo de nerviosismo. Durante el primer tiempo, Perú intentó por momentos hacer su juego, pero el apresuramiento chileno lo iba superando de a pocos. Chile contaba con un equipo duro: Nelson Tapia, Pancho Rojas, “Chamuca” Barrera, “Coto” Sierra y un “delanterito” como Salas. Marcelo Salas.

74 259 personas. Apabullante escenario. Pero más apabullante fue que se tenga el partido en contra antes de los 15 minutos. A los 13’, el “Matador” Salas batiría el arco de Balerio para decretar el 1-0. Pero este sería el gol 1 de 3 para el chileno, que estuvo infernal aquel día. Cómo para que quede en el sarcasmo, su último gol lo marcó en el minuto 89’.

Perú también contaba con un buen equipo, que tenía en aquel entonces la base del Sporting Cristal: Balerio, Palacios, Solano, Julinho, Maestri, J. Soto. Este partido no salía nada, encima, Jayo comenzaba a desesperarse al no poder contener al chileno Castañeda. Indicio de lo que pasaría luego. Chile dominó el partido después del primer gol, aunque hubo dos jugadas aisladas en las que Perú pudo empatar, lástima que el palo le negó la oportunidad a Maestri. O mejor dicho, le negó la oportunidad dos veces seguidas. Reynoso –creo yo- hasta hoy se debe estar preguntando que le pasó aquella noche. El último gol del matador fue PASE GOL del peruano. Sí, así como lo leyó. Otro sarcasmo se podría decir, aunque esta vez lo hizo el peruano. Cómo hace un rato lo dije, lo peor que nos pudo pasar fue que Jayo se hiciera expulsar, explicar el porque sería volver a revivir el momento, ya nadie se quiere sentir en ese mismo.

No podríamos afirmar con certeza que es lo que pasó esa noche, pero hay algo que si todos tenemos claro: La gente influyó muchísimo. Creo que nunca antes se había visto una “caravana” general en contra de un equipo, con agresiones y todo (cosa que está mal) pero que a la hora de la hora influyen. Perú no pudo mostrar su categoría que llevaba impuesta la marca de Juan Carlos Oblitas. Esa noche, encima de ello, Marcelo Salas se levantó con ganas de “Matar”. Chile jugó bien y concretó las opciones que tuvo. Ahora, si uno se pone a pensar que hubiese pasado si jugaba Zamorano. Mejor, dejémoslo a la interpretación de cada uno.


“Ya no quiero recordar más ese momento, ha sido el momento más triste de mi historia”. El “Chorri” lo decía con los ojos caídos. Y es que es verdad, aquella noche se perdió el pasaje a Francia 98. Lo que vino después, el triunfo ante Paraguay estaba de más: Chile le había ganado a Bolivia y con ello igualábamos en puntaje, pero ellos iban al mundial POR DIFERENCIA DE GOLES. Sí, por DIFERENCIA DE GOLES. Aunque muchos no quieran volver a recordarlo, es así. La ilusión nadie la quiso perder, pero esa noche fue fatídica. Millones de peruanos quizás no consolaron el sueño aquella noche, millones de peruanos quizás empezaron a analizar con sus amigos que nos pasó aquella noche, millones de peruanos quizás no pueden olvidar aquella noche. Ay, aquella noche. ¿62,7 puntos de rating, no? Hubiese sido bueno que alguno de esos puntos –aunque sea uno- nos hubiese ayudado para pasar en la tabla a Chile. Aunque sea el decimal, valía.